quarta-feira, 11 de novembro de 2015

MÉXICO- El Triángulo Dorado: la batalla al narco




¿Siente usted que todos los días le pueden matar?
-"Me cuido para que no ocurra, pero siempre va a ser probable", responde Leopoldo Edén Molina, alcalde de Guadalupe y Calvo, municipio de la Sierra de Chihuahua.
-¿Tiene miedo?
-"Tenemos miedo, eso es lo que nos mantiene vivos", responde Jorge Borunda, comandante de la Policía estatal destacado en la Sierra de Chihuahua.
-¿Te acuerdas de los rostros de las dos personas que murieron?
-"No recuerdo sus caras, pero ahora que acaba de pasar el Día de los Muertos he pensado en ellos", responde Joel Olivas, originario de Guadalupe y Calvo, preso y condenado a 14 años y ocho meses por participar en un doble homicidio.
-¿Se está ganando o perdiendo la batalla con el 'narco' en la sierra?
-"Se está controlando, acotando, cerrando. Es una actividad muy difícil de evitar, pero sí podemos ir quitándole municipios en los que ellos antes actuaban de forma impune", responde Octavio Ledesma, fiscal de la zona sur de Chihuahua.
A los cuatro personajes mencionados anteriormente les une una inmensa sucesión de montañas convertidas en campo de batalla: el triángulo dorado. Una esquina del mapa mexicano enclavado entre los estados de Durango, Sinaloa y Chihuahua, de sierra pobre y espesa, con alta tasa de población indígena y suficientes sombras para esconderse de la vida y de la muerte. Allí se planta, seca, almacena y trasiega la droga camino del gran supermercado de Estados Unidos(país siempre indemne de críticas, en México se acaban las culpas, pese a ser la razón de todo el negocio). "El triángulo dorado es un narcoestado, una zona donde los narcos son los que gobiernan", asegura Francisco Rivas, experto en seguridad mexicano y director del Observatorio Nacional Ciudadano. Quizá sea demasiado esa afirmación o quizá necesite matices. Al menos hoy parece que hay batalla por parte del estado.
EL MUNDO.es ha estado allí, en la sierra, y ha construido un relato con cuatro protagonistas: un alcalde y un comandante de policía a los que han intentado asesinar, un sicario encarcelado y un fiscal decidido a plantar cara al 'narco' en su propio feudo. Son ellos los que relatan esta lucha por recuperar la libertad.
Leopoldo Edén Molina, alcalde de Guadalupe y Calvo.

El alcalde

La noche del 10 de junio de 2013, Leopoldo Edén no podía imaginar que estaba a punto de convertirse en candidato a la alcaldía de Guadalupe y Calvo. Esa noche, el que era entonces candidato del PRI a la Alcaldía, Jaime Orozco, fue secuestrado en su propia casa en medio de la campaña electoral. Su cuerpo apareció días después abandonado en medio de una brecha de las montañas, lo habían ejecutado. "Me dijeron que necesitaban a alguien del partido, local, que no fuera un desconocido. Podían haber mandado a alguien de otra ciudad, pero si a veces uno de aquí es desinteresado, ¿se imagina los externos?", explica Edén, que hasta ese momento era el responsable de la seguridad del municipio. "Cuando hubo el homicidio del anterior candidato todo se refería a seguridad y ese era mi asunto por lo que se me hizo fácil", explica el hoy alcalde.
Lo que ya era más previsible para Edén fue lo que ocurrió el 8 de septiembre de 2014: "Un ex policía municipal fue presuntamente sobornado e intento matarme con otros dos sujetos a tiros. Sabía cómo me movía y me ubicó. Hirieron al tesorero municipal y a uno de mis guardaespaldas. Yo conseguí disparar y acertar al tirador principal. Cuando vieron que les repelíamos salieron corriendo, todo el mundo teme a la muerte. Luego fueron detenidos, eran todos del poblado", explica el alcalde.
Edén, que terminó secundaria y pilota su propia avioneta con la que aterrizamos en la sierra, no hace nunca el mismo recorrido, por tierra o aire, ni tiene horarios previsibles. Su familia, casado y con cuatro hijos, vive en otra ciudad, y él en Guadalupe y Calvo se mueve con seis escoltas fuertemente armados y un fusil en sus piernas. ¿Se fía de su entorno? "No, no me fío de todo mi entorno. Hay personas demasiado inteligentes del otro lado y pueden infiltrarse. Trato de ver cualquier cosa extraña", responde.
El regidor, que tiene un sueldo de más de 60.000 pesos mensuales (cerca de 3.000 euros) por jugarse la vida y apaciguar uno de los pueblos más famosos por su violencia a nivel mundial, ha apostado por plantar cara al 'narco'. ¿El que gobierna es el 'narco' y ustedes no pintan nada? "Es posible que en años anteriores fuera en un porcentaje. Desde que yo asumí la responsabilidad hace dos años eso es negativo. Cuando yo entré se complicó un poco, hicimos varios arrestos incluso hubo enfrentamientos. Hubo un choque que duró nueve horas y media y acabó con cuatro muertos de los delincuentes y uno de la Policía estatal. Estuvo muy fuerte. Al 'narco' no se le erradica pidiendo por favor que se vaya. Se erradica siendo fuerte. Procesándolos. Antes se les dejaba marchar", responde el regidor.
Poco a poco, casi palmo a palmo, van ganando en parte la batalla. El pueblo, Guadalupe y Calvo, ha recuperado vida, algo de libertad. Sus muertes son hoy más relacionadas con el inmenso municipio y a veces ocurren a 20 horas de coche de la cabecera municipal. "Los medios no vienen aquí y meten a todos en el mismo saco. Guadalupe y Calvo hoy está tranquilo aunque en la guerra al 'narco' queda mucho por hacer", reconoce Edén.
La escuela es el otro gran campo de batalla. "Hemos abierto cien escuelas de primaria y secundaria en el área municipal. Le explicamos a los chicos que pueden dedicarse a otras cosas. Un sicario gana 1500 pesos a la semana, igual que un campesino, pero su vida es muy corta: o acaba muerto o acaba en la cárcel".
Sobre el futuro, Edén tiene un objetivo: "Que haya vivienda digna para toda la gente y que seamos 100% libres, que hoy no lo somos". ¿Se encomienda a su rifle para salvarse? "Mi rifle no me salvará. Yo me encomiendo a Dios, a mi fe y mis reglas filosóficas (profesa la religión africana Yoruba). La muerte para nosotros es una bendición, no una desgracia. El que venga después debe saber que existen riesgos, que la vida no es color de rosa. El problema es que un gobernante sea cómodo, se quede en casa y no afronte. No debe haber gobernantes cómodos", concluye.
Joel Olivas, de 26 años, preso en la cárcel de Parral.

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